Novela sobre Walsh*

 14 - 03 - 22


El último caso de Rodolfo Walsh
Elsa Drucaroff
Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 221 páginas, 2010

No defrauda lo que afirma la contratapa del libro: se trata de un thriller. Y no un thriller cualquiera. Desde el inicio de la lectura hasta la página final la ansiedad por saber cómo se resuelve este último caso de Rodolfo Walsh se mantiene firme, sin resuellos para el que lee. Lo anterior – el interés del lector – debe ser a lo que todo escritor de ficciones aspira para sus libros, por lo cual la autora de este ha de sentirse sumamente orgullosa.

Drucaroff construye esta novela con capítulos cortos, minúsculos en algunos casos, oraciones breves, omisión de farragosas disquisiciones, economía y yuxtaposición de acciones intensísimas que derivan en otras aún más explosivas, una pesquisa congruente – quizá con pequeños problemas de verosimilitud – sagaz y un remate con condimentos hollywoodenses. Aún con la presencia contextual de la tragedia de asesinatos y desapariciones conocida por todos durante la lucha setentista, esta historia les otorga a sus personajes militantes – sin librarlos de su sino – un final más apetecible que al reflejo de sus contrapartes reales.

Dedicarse a la ficción histórica más o menos contemporánea es un acto temerario. Rodolfo Walsh existe en el imaginario colectivo como un símbolo – un héroe – de por lo menos el compromiso del escritor y el escribir bien. Recrearlo como un ser humano, recrear su escritura y pensamiento, penetrar la intimidad de su círculo familiar y la trama de su historia enmarcada en bronce tiene sus riesgos. El principal de ellos es el anacronismo: si alguna de las voces – ya no digamos hechos – reales, tan frescas, vivas y cristalizadas en el imaginario colectivo actual, no se reproduce con oficio, el intento ficcional naufraga.

No ocurre necesariamente esto en el libro. Pero sí invade, por momentos, la incomodidad de la transgresión a lo que se ha convenido como intocable o incorruptible. La molestia es tal vez más aparente en los lectores avezados y maduros que en los jóvenes que desean avenirse a conocer un tramo único de la historia reciente y de uno de sus personajes emblemáticos. En cualquier caso, se deduce que los jóvenes y la transmisión de memoria constituyen los objetivos principales de este texto, cuestión lograda con toda probabilidad.

Pero aún la presunta incomodidad del maduro y avezado lector no significa que no se reconozca el mérito y la inventiva de esta propuesta literaria. ¿A quién no le placería, si se atreviese, a meter mano detrás de las bambalinas de gestación de acción y personajes de “Esa mujer” o de la “Carta a mis amigos”, esos escritos tan sólidos, rigurosos, literarios y enternecedores? El recientemente fallecido Tomás Eloy Martínez [N. del E.: 31 – 01 – 10] lo hizo con el mismo escritor y con gran acierto en Santa Evita. La idea, entonces, de trabajar estos y otros textos de Walsh podrá ser peligrosa pero no es menos atractiva.

El avezado y maduro lector que se devoró la obra de “ese hombre” siempre querrá saber más, incluido el placer por el chisme de algún detalle que se le escapó del relato de la épica de su vida. Eso sí que no lo encontrará en el libro porque la de Drucaroff es una buena novela tipo thriller, no una labor de investigación sobre los días finales de Rodolfo Walsh, aunque el tal lector veterano quiera o malicie otra cosa y no salga del todo satisfecho.

Mientras – y eso es lo que importa – el lector joven tiene en sus manos un producto que puede iniciar a mediar con eficacia el entendimiento de una época y una generación ejemplar cuya victoria presente posiblemente sean los juicios de lesa humanidad a sus deshonrosos vencedores en un campo que ni por asomo fue de batalla.

***

HD

* Esta reseña se publicó el 12 de septiembre de 2010 en La Quinta Pata. La versión para Guarda con el Libro es la misma, salvo mínimas correcciones (L. A. Sacco)

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