Utopía de energúmeno
Acompañado por una imagen ingeniosa de
Alfredo Sabat, que reproducimos, las que siguen son las primeras líneas de un
artículo de Carlos Pagni para La Nación: “…Javier Milei anda en busca de la cuadratura del círculo. Aspira a
llevar adelante una revolución. La que expuso con su discurso en Davos, donde
se presentó como lo que sueña ser: un reformador social que va
detrás de una utopía”.
Es aconsejable escaparle al binarismo,
pero los liberales pensantes de la derecha además de sus agudezas también
tienen cara de piedra. Pretenden vender una “revolución” – que no es sino
“involución” – cuyos preceptos replican solo los simples. Quieren endilgar un
cariz romántico al plan de un actor que se vale de frustraciones, furias y
miedos colectivos para construir su personaje público. La utopía es
inalcanzable, entre otros motivos, por su exceso de virtud. Apuntar hacia la
utopía forma parte de lo que se reclama como incorruptible en el pensamiento y acciones
de la humanidad, pese a su carácter ideal. Es una palabra cargada de un
prestigio situado más allá del debate, diríamos que vuela en las esferas de la
poética. Nada de utopía cabe en las propuestas de un “reformador social” cuya
prioridad es la destrucción de la justicia social. Su plan es el sueño del impío,
inmune a la ética, un energúmeno que pretende volver pesadilla la realidad de
sus prójimos y que todavía se lo agradezcan.
ALS (albertoluissacco@guardaconellibro.com)
HD (hugodemarinis@guardaconellibro.com)
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