Pedaleos en el aire

 

Otro artículo de El Dipló de septiembre, en este caso de Ariel Wilkis, intenta descifrar la razón del gran número de votos que obtuvo en las PASO el gran pelucón autoritario, a quien ya no quisiéramos nombrar nunca más, pero obvio, lo nombramos. Estos loables esfuerzos periodísticos logran que las mentes más lúcidas, afligidas frente a la posibilidad de una administración ultraderechista continúen con un extendido pedaleo en falso en busca y rebusca de cómo es que pasó esto. Aunque de improbable éxito como estrategia, las respuestas emocionales – primarias y catárticas – solo se divisan en las bases del campo popular. Ningún cuadro injuria o devuelve las descalificaciones en público. Las mentes claras desaconsejan devolverle en especie al pelucón sus frecuentes agravios. Tratan de entender, lo cual es meritorio, pero no parecen conducir a revertir resultados y si es posible que la respuesta emocional acabe igual, al menos se sentirá el alivio de una humilde expectoración o flatulencia.

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Volvamos al artículo de Wilkis, que en uno de sus pasajes se pregunta y se responde con una seguridad y gelidez a la Natanson: “¿Quién votó a Milei? ¿Qué incidencia tuvo en su victoria su propuesta de dolarizar la economía? Gran parte de su electorado no puede calificarse simplemente de furibundo, pragmático o antipolítico. Entre sus votantes están aquellos que quieren mejorar económicamente, que creen en el valor de su propio esfuerzo, exigen orden y mercado. Y lo hacen menos por estar de acuerdo con intelectuales y publicistas de derecha que por una larga experiencia social en la que esas ideas –de derecha– parecen volverse preferibles.” Esta cita resume el núcleo de la intranquilidad virtuosa, progresista y democrático-burguesa, que constituye su desencanto por la inclinación de la mayoría de los votantes de preferir un albur semejante al mal radical.

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