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Vacunas: escepticismo espurio *

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 02 - 10 - 21  La actualidad nos somete a tener que lidiar con personas en apariencia sensatas pero que descreen de las evidencias más reconocibles y comprobables que provee la realidad. Algunos, con educación superior, aceptan las fábulas más fantásticas, informados por el noble y rebelde escepticismo. Los antivacunas conforman – lamentable paradoja – cuerpos notables de escépticos irredimibles. El veterano periodista italiano Marco D’Eramo plantea en un artículo publicado por  Sidecar  – el blog de la revista  New Left Review  – que la credulidad antigua se sustentaba en que la compartían tanto la pirámide más alta de la sociedad como los más menesterosos entre los plebeyos. Los inquisidores creían que la brujería era verdadera y también unos cuantos de los mismos acusados de ejercerla. El mundo moderno, en cambio, ha parido una forma de superstición que se acepta en nombre de la desconfianza hacia el Estado y las instituciones que ejercen algún tipo de autoridad. La nota de D’Eramo,

De Enric Marco y “El impostor”*

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 16 - 09 - 21  El impostor Javier Cercas Random House Mondadori: Buenos Aires (3ra. edición), 2015 – 425 págs. La novela no colma las expectativas de varios que la reseñaron. Una anterior, en cambio, ilusionó a muchos: Soldados de Salamina (2001). Sin embargo El impostor, de firma reconocida y exitosa, se da el lujo de hacer la plancha sin que a las ventas se les vaya a mover el amperímetro. De cualquier modo tiene sus encantos, pese al pelmazo de Cercas, su círculo íntimo y la editorial que lo publica ya que – mencionemos de refilón – obtener un contrato de ella equivale a acceder al olimpo de los consagrados para cualquier semitalentoso escriba que habite los suelos de este mundo. Uno de los encantos – iba a poner “momentos” pero más apropiado es “encantos” – es el protagonista: Enric Marco. ¿Quién es este personaje? Un hombre de verdad, no ficcional aunque lo parece, que se birló las credibilidades de sobrevivientes, activistas de la memoria de las grandes conflagraciones europeas d

Posdata, Quijote

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21 - 09 - 21 Imitación del boceto de Picasso en pizarra dibujado con marcador por una estudiante antes del comienzo de clase, una tardecita de enero Cuando le contaba al Negro del frío de Winnipeg o de los osos hambrientos de Sudbury me decía, “ qué boludo, qué hacés ahí, por qué no volvés y te dejás de joder” . Yo me aconsejaba lo mismo cuando quemaban las papas, o más bien, cuando se congelaban. También cuando empecé a dar literatura.   Leer con estudiantes subgraduados que no dominan el castellano libros como  El Quijote  parece un sin sentido. Se teme la mirada vacuna del alumno que desconcierta al profesor no porque no le interese la literatura sino por la imposibilidad de cualquier comunicación. Entonces aparece el “ ¿qué hago aquí? ¿A quién pretendo redimir? ” Pero mis goces del  Quijote  pasaban por alto las limitaciones de los alumnos. También la coacción del programa que consistía en que para graduarse era necesario anotarse en el curso. *** A mí me bastaban los fascinantes h

Vuelta de hoja

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07 - 08 - 21 Un acontecimiento insólito de hace poco más de veinte años fue que me contrataran para enseñar literatura peninsular medieval y del siglo de oro en la Universidad Wilfrid Laurier. Esta institución se encuentra en la región de Kitchener / Waterloo de la provincia de Ontario, a poco más de 100 kilómetros al noroeste de Toronto. Fue insólito que me nombraran porque salvo la simpatía y curiosidad que estos periodos clásicos españoles despertaron durante los estudios graduados, no se me ocurrió que terminaría dando cursos sobre La Celestina y El Quijote. *** En la maestría y el doctorado me especialicé en literatura latinoamericana – si es que especializarse en eso fuese algo verosímil – y obvio, me propuse medrar en la academia con ese dizque saber. Hice varias temporadas de ayudantías en mi alma mater mientras alargaba mi sueño de martingalas y matungos hasta el día que rompí el cordón gracias a los oficios de mi querido profesor Keith Ellis. Me conchabaron por dos años en la

100 años

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  100 años más 24 - 06 - 21 Leer a Horacio González puede ser una señal de identidad para quienes siguen el consejo de Borges acerca del lector hedónico: leer por la sola fruición de hacerlo. Por eso perseguimos con afán sus notas y reportajes por Página 12, La Tecla Eñe, Nuestras Voces y cuanto medio, no importa su pequeñez o jerarquía, publicase lo que escribía. Vamos a extrañar pesquisar su huella en los medios. Echaremos de menos la aventura de su lectura exuberante y, cada abril, el ritual de búsqueda de sus exposiciones y de su último libro publicado por Colihue en la Feria del Libro de Buenos Aires. Dicen los que lo conocieron que atendía a todo el mundo. De cualquier modo, no hacía falta tener trato personal para percibir su solidaridad y a la vez preguntarse, cuándo dormía este hombre que además de escribir y leer a ritmo extraordinario, desparramaba conocimiento en presentaciones, conferencias, proyectos, clases y en cuanto acontecimiento o ágape fuese invitado. No me explaya

Un lector

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Un lector 05 - 08 - 21 Unas palabras sobre el amigo Vitón, que leía bastante .  En esta foto de los 80, el de arriba a la izquierda es Aníbal Vitón. Organizador de festicholas ilustres, sibarita tenaz, degustador de platos gourmet, tragos finos y elíxires furtivos; animador de clubes de poesía y de tertulias filosóficas, siempre atento al goce de la compaña. Exiliado, no le pintó hacerse viejo mirando el lago y se volvió al terruño; lo saboreó en varios sitios hasta que recaló en uno imprevisto y familiar: Monte, provincia de Buenos Aires. El año pasado, a ver de qué iba, se tomó un curso en línea sobre Cortázar con el que medraba el productivo Martín Kohan. No mucho después, sin la sanción de gurúes ni fundaciones, anarco al desgaire, exploró con un grupo de amigotes a Foucault, Lévi-Strauss y Wilhem Reich hasta el momento en que se le dio la gana. La mañana del 7 de abril nos informaron de su fallecimiento. Si coreáramos hasta la victoria siempre nos habría dedicado una sonrisita ca

Épica de un escape

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05 – 07 – 20 El rescate Froilán González y Adys Cupull Buenos Aires: Cienflores, 2016 188 págs. La evasión de los sobrevivientes de la guerrilla del Che es una hazaña de unos combatientes diezmados que quiebran la encerrona casi inexpugnable del ejército boliviano en las inmediaciones de la Quebrada del Yuro (1). Después de una veintena de escaramuzas desiguales se abren paso primero hacia Cochabamba, luego a La Paz y Oruro, y finalmente al norte de Chile. Los perseguidos cuentan con el auxilio de una red de personas que según Inti Peredo en Mi campaña junto al che se mantiene en el anonimato para evitar represalias. Para estos anónimos – escribe Inti – llegaría alguna vez el momento apropiado de narrar su historia. Froilán González y Adys Cupull, a décadas de los hechos, recopilan sus testimonios y los ordenan junto a los escritos y relatos orales que abundan sobre la aventura. Lo espectacular consuetudinario La obra rinde homenaje a los miembros de esta red a quienes da oportunidad