Acervos
Para Thomas Carlyle (1795 – 1881), la historia es la historia de los grandes hombres. De desacostumbrado ha pasado a no tan raro que por el legado de Carlyle se formen dos tradiciones. Cierto – se ha dicho – es que Hitler (1889 – 1945) pasó sus últimos momentos leyendo Federico el grande (1858), una biografía escrita por Carlyle que también consultaba Goebbels (1897 – 1945). Lo leían porque Carlyle representaba lo que el progresismo llamaría una caricatura del racista típico, además de proimperialista y precursor del fascismo y del nacionalsocialismo. Pero, tal vez por el encanto que los reaccionarios inteligentes producen en estudiosos y adversarios ideológicos, el intelectual socialista Raymond Williams (1921 – 1988), propuso una lectura de rescate (podría decirse) de Carlyle en Cultura y Sociedad (1958). Este libro constituyó un modelo para los ya bastante maduros – en 2025 – estudios culturales que apasionaron a muchos académicos de avanzada alrededor del mundo. Williams reevaluó los aportes de Carlyle sobre los efectos socioculturales del capitalismo industrial.
Vemos entonces cómo, antes de estas eras del surgimiento
global de las extremas derechas. En aquellos esplendorosos tiempos pasados, era
la izquierda la que se robaba aspectos, ideas y análisis que inopinadamente los
derechistas inteligentes aportaban al rubro conocimiento. Habrá de cambiar, esperemos,
pero en esta contemporaneidad pasa exactamente todo lo contrario.
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