Si le hubiésemos hecho caso a Perón…
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Conocer a Perón
Juan Manuel Abal Medina
Buenos Aires, Planeta, 398 págs.
2022 (3ra ed., marzo, 2023)
Nuestros amigos peronistas perciben compañero
a Juan Manuel Abal Medina. Es que con las tribulaciones que sus deberes le
demandaron en los 60 y 70 del siglo pasado sería necio disputar esa consideración.
A nuestros amigos peronistas los asociamos al peronismo de izquierda, aunque la
mayoría entiende el peronismo solo como peronismo; lo de izquierda les parece
desaconsejable y superfluo. Último secretario general del Movimiento Peronista (1972
– 1974), Abal Medina proviene de un nacionalismo en el que convergen personajes
de lo más conspicuo del conservadurismo y la derecha católica. Estos
reaccionarios clásicos incluyen, por ejemplo, al exquisito Marcelo
Sánchez Sorondo (1912 – 2012). Juan Manuel Abal
Medina se hizo peronista pero no montonero como su hermano Fernando
Luis (1947 – 1970). Ni marxista (pág. 42); ni siquiera
miembro de la gloriosa Juventud Peronista. “Yo diría que me hice peronista
de manera definitiva (…), a partir de la muerte de Fernando.” (79)
Fernando Luis Abal
Medina
***
Cómo posicionarse frente a lecturas con premisas
que destemplan las propias. Cómo tomar estas lecturas dentro del palo pero
distanciadas de él. Será la reverencia por el hermano del fundador a quien la
militancia sentía como intocable – si se podía ser intocable en esos tiempos –
y por eso se hallaba resguardado de la truculenta interna peronista. La noción
“no pertenecer al palo” suena anacrónica. En círculos de la otrora izquierda
peronista se saludan textos como Conocer a Perón. Pasa
algo similar aunque fuera del peronismo con Breve
historia del antipopulismo (2021) de Ernesto
Semán, un trabajo recomendable que abreva en la
tradición liberal progresista de nuestro país. Tales lecturas señalan amplitudes
que suavizan convicciones y se contraponen a interpretaciones antes asociadas a
verdades esenciales: un adelanto. Pero quedan algunos ofuscados que protestan la
nueva amplitud general. Los testarudos murmuran que con el paso del tiempo todo
termina en empate y que los peronistas fueron, son y serán siempre lo mismo.
Juan Manuel Abal
Medina, Cámpora y Rucci
***
Leímos Conocer a Perón con atención por la curiosidad
de acceder a una voz íntima y fundamental del círculo de Perón. El libro nos
atrajo también por nuestra contemporaneidad con un periodo que produjo
vivencias extraordinarias, mucho de lo cual fue consecuencia de lo que Perón y sus
interlocutores (“hombres y mujeres comunes” [Hernán Brienza, pág. 10]) ponían
en práctica. Claro que la contemporaneidad a los hechos implica dificultades. Brotan
distingos entre cómo se recuerda, cómo relata el libro y cómo sucedieron los
hechos efectivamente. El autor fue intérprete privilegiado de interacciones y acontecimientos
excepcionales. Un hombre que no sonreía en las fotografías públicas que sobrevivieron
aquel tramo histórico que trascurría al vértigo de tiros y sangre derramada. En
las lecturas sobre la época surgen contrapuntos que mezclan dichos, recuerdos y
escritos de los que nos apropiamos. Queda una mixtura sustanciosa de
ingredientes que tercian en las batallas que libran nuestras memorias
colectivas y personales.
José Ber Gelbard, Rucci
y Abal Medina
***
Una de las puntas interesantes del libro es la relación
del autor, y de Fernando, con Leopoldo
Marechal (1900 – 1970), decano de los escritores peronistas,
confidente y maestro de los hermanos. El escritor intuyó el destino trágico de Pedro
Eugenio Aramburu (1903 – 1970) en su novela Megafón,
o la guerra (1970). Juan Manuel se reconoce como
peronista marechaliano, una variedad poco difundida en el movimiento. No menos
curiosas fueron las estrechas relaciones que cultivó con personajes destacados
de la historia. Desde los sindicalistas José
Ignacio Rucci (1924 – 1973) y Lorenzo
Miguel (1927 – 2002) hasta el camaleónico Rodolfo
Galimberti (1947 – 2002), el historiador José
María Rosa (1906 – 1991), Norma
Kennedy (1933 – 2017), Alberto
Brito Lima (1940 – 2012), Norma
Arrostito (1940 – 1978), Antonio
Cafiero (1922 – 2014) y Alicia
Eguren (1925 – 1977), por mencionar solo a algunos famosos de
esos tiempos. En la tumultuosa batalla por el peronismo, esos nombres, juntos,
no cuajaban. Lo notable es observar cómo en las altas esferas en que se movía Abal
las posiciones antagónicas se atemperaban y hasta se fraternizaba. En las bajas
esferas, en cambio, el nivel de tolerancia recíproca – por decirlo con mesura –
era precario y las fatalidades, como en cualquier conflagración, mucho más significativas.
***
Nos produce sorpresa la llaneza de Abal
sobre el enfrentamiento de Perón con la Tendencia
Revolucionaria. Argumenta que el líder siempre se mantuvo
abierto. Quien falló fue la juventud. Hoy en día no abundan los que objetan las
enormidades de Montoneros. Sin embargo, en lo de la apertura invariable de
Perón hacia la juventud, Abal reconoce que su reclamo era encuadrarlos bajo su conducción,
aun
después del parteaguas de la muerte de Rucci. La
posición de Montoneros y las agrupaciones que asumían su conducción era hacer la
revolución que ellos mismos conducirían para desembocar, a falta de mejor
nombre, en el socialismo
nacional. Dos proyectos dispares, el primero menos
loco que el segundo, machacones ambos y condenados, como sucedió, al fracaso. De
cualquier manera, creemos que la narración no señala con suficiente énfasis el constante
y desigual asedio que padecían las bases de la Tendencia a manos de fuerzas represivas
y matones de la derecha y del sindicalismo
burocrático, en especial a partir de marzo del ‘73. Ya
aprendimos que esa violencia es de una etapa histórica distinta; hoy los
diferendos se saldan de otro modo. A lo sumo, a desaforados gritos e insultos.
Para ser ecuánimes podría considerarse si las respuestas embroncadas de antaño de
los grupos juveniles y sus direcciones se pensaran también como operaciones
catárticas y defensivas, en vez de errores o desvíos no-peronistas del camino peronista
original y verdadero.
***
A pesar de la amplitud y generosidad del autor para
relacionarse con los sectores más diversos hay dos individuos que no le inspiran
la más mínima simpatía. Uno de ellos, el “brujo” José López Rega (1916–1989)
– difícil que le cayera bien a alguien – y otro, con menos espacio, el corrupto
sindicalista Rogelio
Coria (1929 – 1974), cuya ejecución por Montoneros la juzga
criminal (230). Abal escribe bastante sobre Galimberti y su relación filial con
Perón, no así de sus errancias políticas posteriores a la muerte del general. Su
opinión sobre él no deja de ser curiosa ya que lo tienen sin cuidado los
vericuetos morales de su trayectoria (199 y otras). Son enjundiosos los
recuerdos sobre Héctor
J. Cámpora (1909 - 1980) Con el querido Tío, además de las
negociaciones y cabildeos por la vuelta de Perón al país, su gobierno efímero y
renuncia y demás acontecimientos, compartió asilo en la embajada de México en
Buenos Aires por unos tres años durante la dictadura militar. Esas experiencias
dan al relato la sustancialidad de unas anécdotas insospechadas acerca del
expresidente y su primavera
camporista, noción esta última que a Abal no le complace para
nada (95, 276-77 y otras).
Héctor J. Cámpora
***
La otra vez repasamos dos pequeños aspectos
de un buen libro de Ernesto Semán, Breve historia del
antipopulismo, versión liberal de izquierda de la historia argentina. Comentamos
con entusiasmo algo que Semán decía sobre los
choriplaneros y sobre la
figura de Milagro Sala. Con mucho del resto tomamos
nuestras distancias. En Conocer a Perón tenemos un periodo
histórico visto desde un nacionalismo de derecha moderada que – pensamos - es
la pertenencia del autor. Más allá de si la ideología es relevante hoy en día y,
reticencias mediante hacia los dos textos, vemos cercana a la nuestra la visión
de Abal, en especial en el presente argentino en que lo nacional se pisotea en
nombre del liberalismo-neo del gobierno mileísta. Nos incomoda coincidir con la
derecha por más nacionalista y moderada que sea. Pero conservamos el respeto
peronista que los militantes manifestábamos por Juan Manuel en los setenta.
Dentro de nuestro disminuido grupo de afectos sigue siendo – no sé si por simpleza
– intocable, pese a que las diferencias con él quizá se hayan exacerbado.
Diseño de Ricardo
Carpani
***
Parece sano aunque cándido suponer que si varios de los
actores principales de esta historia hubiesen obrado de otra manera, se habrían
alcanzado resultados diferentes. Con suerte, habrían sido menos trágicos para
el campo popular. Esta suposición desestima que el escenario político argentino
con sus características únicas no difería del de los vecinos latinoamericanos y
del resto del mundo. El contexto y la geografía determinaron con fuerza el
devenir. Pero “el obrar de otra manera” de los que no hicieron caso al general
no encaja, por ejemplo, con trabajos académicos recientes que insinúan, entre
otros aspectos, que Montoneros estuvo radicalizado durante toda su existencia.
Desde siempre hubo en su núcleo dirigente y en sus militantes un espíritu
radicalizado, de aceptación de la lucha armada, con evidentes y perdurables influencias
marxistas-leninistas (Los Montoneros del centro, [2022], de Javier
Salcedo; Discutir Montoneros desde adentro [2023] de Daniela Slipak o La
Contraofensiva: el final de Montoneros [2021] de Hernán
Confino). Si se le hubiese hecho caso a Perón…quién sabe. O se sabe que evaluar
haberle hecho caso a Perón es una ucronía y las ucronías – su gracia – solo se
avienen al maravilloso reino de la ilusión.
Perón, el 1ro de mayo
de 1974
***
Libro que atrapa, intenso, una lectura necesaria y
fascinante.
HD
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No necesitamos saber mas de Peron, lo vivimos y sabemos bastante lo que hizo bien, y tambien el daño qye le hizo al pais
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