Antipatías literarias (recargadas) de Primo Levi


Decíamos ayer que en Entrevistas y conversaciones, además de Borges, Levi no comulga con Proust, Musil, Kafka, Balzac y Dostoievski. Por lo tanto no los incluye en la antología La ricerca delle radici que le encarga Giulio Bollati (1924 – 1996), directivo y ensayista de la editorial Einaudi. A Proust lo encuentra aburrido, de Musil lo desconoce todo y Kafka le genera emociones “ambivalentes”. Por un lado reconoce que su obra es fundamental, pero por otro siente un rechazo que dice tener origen en el psicoanálisis. Traduce El proceso, libro que admira pero que lo apabulla y del que se debe defender por el miedo que le causa ya que le recuerda las penosas contingencias del periplo que lo condujo al lager. De Dostoievski lo aleja su manera cansina y confusa de escribir, aunque le otorga “lucidez introspectiva”. Sin embargo, si por él fuera reduciría sus voluminosos trabajos a una tercera parte. Para Balzac no tiene tiempo. Renuncia a él luego de leer dos de sus libros. Levi razona que la vida es muy corta para leerlo entero. Nos resulta simpática la impunidad lacónica y firme de sus confesiones, asentadas, según creemos, en caracterizarse a sí mismo como escritor a partir de las seis de la tarde – part-time – pues durante el resto del día lo ocupa en su empleo de químico en una pequeña fábrica de pinturas.

HD (hugodemarinis@guardaconellibro.com)

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