Memento mori

16 – 07 – 25 Pregunté a Copilot qué ondas con la muerte. Ningún misterio, contestó, no debe cundir el pánico. El cuerpo – bastante piola – sabe lo que hace. Morirse es como toser, ir al baño o como cualquier mundanería que el cuerpo precise. Se deja de respirar de a poco, ni se da cuenta uno. Antes del fin se goza de una fulgurante epifanía; una “ lucidez terminal ” que vaya a saber de dónde sale pero es efímera, sorprende a los deudos del de repente avispado moribundo. El tono del informe de Copilot es tranquilizador y por qué no edificante. Llega a decir al desgaire que a unos días de que llegue el fin se precisa recibir asistencia para todas, absolutamente, las penosas necesidades del cuerpo que, ya dijimos, para nada era un improvisado. Esta perorata fue a parar a alguna parte del cerebro y ahí quedó arrumbada. Hasta que se me ocurrió maratonear la serie “ Dying for Sex ”. Cuando a la protagonista la trasladan a cuidados paliativos por el mal que padece, aparece una enfermer...